Alzarse a través de la oscura opresión


Mo Zhijian    Provincia de Guangdong
Nací en una pobre y remota zona montañosa donde hemos quemado incienso y adorado a Buda por muchas generaciones. Hay templos budistas en toda la tierra donde todas las familias iban a quemar incienso; nadie había creído en Dios. En 1995, mi esposa y yo estábamos en otra parte del país donde creíamos en el Señor Jesús; después de regresar empezamos a difundir el evangelio y el número de personas que lo aceptaron creció lentamente hasta llegar a más de 100 personas.


El hecho de que cada vez más personas estaban creyendo en Dios alarmó al gobierno local. Un día de 1997, la policía me citó para que fuese a la comisaría local, donde me estaban esperando el jefe de la Oficina de Seguridad Pública del Condado, el jefe de la Oficina de Seguridad Nacional, el jefe de la Oficina de Religión y el jefe de la comisaría de policía, así como algunos otros agentes de policía. El jefe de la Oficina de Seguridad Pública me preguntó: “¿Por qué crees en Dios? ¿Con quién tienes contacto? ¿De dónde sacasteis las Biblias? ¿Por qué no vas a la iglesia para las reuniones?” Yo dije: “La gente fue creada por Dios, toda la luz del sol, el aire y el agua fueron creados por Dios; es la ley del cielo y de la tierra que la gente crea en Dios y lo adora. La Constitución Nacional también estipula expresamente que los ciudadanos tienen libertad de religión; ¿por qué no nos permitís creer libremente en Dios?”. El jefe de la Oficina de Religión dijo: “Hay límites a la libertad religiosa, como un pequeño pájaro dentro de una jaula: aunque no está atado de pies y alas, sólo puede moverse dentro de la jaula”. Cuando le oí hablar estas falacias, me indigné y le dije enojado: “¡Entonces el Gobierno nacional miente a su pueblo!”. Cuando me oyeron decir esto, sabían que estaban equivocados y se quedaron sin palabras, así que me dejaron volver a casa. En ese momento, yo no estaba al tanto de la esencia de la persecución de los creyentes llevada a cabo por el Gobierno del PCCh hasta el año 1999, cuando acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Al leer las palabras de Dios y experimentar una persecución aún más cruel por parte del Gobierno del PCCh, pude ver con claridad que el PCCh era la encarnación de Satanás, el espíritu maligno; era el enemigo de Dios tal y como se expresa en la Biblia: “Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).
Justo después de las 5:00 de la madrugada del 28 de junio de 2002, me estaba preparando para una reunión con algunos hermanos y hermanas cuando de repente oímos un fuerte golpeteo sobre la puerta. Rápidamente escondimos los libros de la palabra de Dios y luego abrimos la puerta. Inesperadamente, cuando la puerta se abrió, entraron corriendo aproximadamente una docena de policías. Llevaban en las manos bastones eléctricos y pistolas, y nos obligaron a juntarnos y a ponernos en cuclillas con las manos sobre la cabeza. Después de que estos malvados policías nos oprimieron, como bandidos que entran en un pueblo, fueron entrando en cada habitación y lo desordenaron todo: tomaron nuestras sábanas y ropa y las tiraron al suelo. En el pasado había visto escenas en la televisión del crimen organizado y de saqueos y robos de bandidos, pero nunca esperé que la “policía del pueblo” actuara como los tiranos y los bandidos malvados de la televisión. En ese momento estaba muy asustado y preocupado de que descubrieran los libros de la palabra de Dios. Yo oraba continuamente en mi corazón y pedía a Dios que nos cuidara y protegiera. Después de orar, vi las maravillas obras de Dios. Hurgaron por toda la casa y registraron y confiscaron nuestras pertenencias personales, pero no encontraron los libros de la palabra de Dios. Yo sabía que esto era la omnipotencia y protección de Dios y también sabía que Dios estaba con nosotros, y mi fe en Dios aumentó. Después, nos llevaron a la comisaría y, por la noche, nos trasladaron a un centro de detención y nos encerraron. Tres días después, la policía nos puso a cada uno de nosotros una multa de 300 yuanes que teníamos que pagar para ser liberado. Al ver al Gobierno del PCCh actuar como tales depredadores irrespetuosos e irracionales que despojaban a la gente de su libertad religiosa, sentí un profundo resentimiento y no pude evitar pensar en las palabras de Dios: “Durante miles de años, esta ha sido la tierra de la suciedad; es insoportablemente sucia, la miseria abunda, los fantasmas vagan por cada esquina; timan, engañan, y hacen acusaciones sin razón;[a] son despiadados y crueles, pisotean esta ciudad fantasma y la dejan plagada de cadáveres; el hedor de la putrefacción cubre la tierra e impregna el aire; está fuertemente custodiada.[b] ¿Quién puede ver el mundo más allá de los cielos? […] ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos legítimos y los intereses de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado!” (‘Obra y entrada (8)’ en “La Palabra manifestada en carne”). En esta ciudad fantasma de China, el partido gobernante de China cuelga pancartas que promueven “la libertad de religión y la libertad de derechos humanos”, pero en realidad persiguen a Dios sin restricciones y arrestan y persiguen a las personas que siguen a Dios. No permiten que la gente crea en Dios y que camine por el sendero correcto de la vida; estaban ansiosos de eliminar a todos los creyentes de una sola vez. No habíamos quebrantado la ley ni hecho nada malo; lo único que hicimos fue compartir el evangelio para permitir que la gente llegue a conocer a Dios y adorar a Dios y liberarse de sus vidas de tinieblas y dolor. Sin embargo, la Policía del PCCh quería arrestarnos, detenernos y multarnos, en lugar de preocuparse por esas personas malvadas que participaban en la prostitución, en asesinatos e incendios, y en fraudes y estafas; ellos permitían que esas personas malvadas se escaparan de sus crímenes. A la luz de los hechos, pude ver que el Gobierno del PCCh era un grupo demoníaco que se resistía a Dios, cegaba a la gente y engañaba a la gente; eran los enemigos de Dios.
El 28 de noviembre de ese mismo año, unos cuantos hermanos y hermanas y yo compartíamos el evangelio con un líder de una secta. Pero fuimos denunciados por una persona malvada y una docena de policías o así rodearon nuestro edificio y tiraron la puerta abajo. Llevaban armas y porras en las manos y nos gritaron: “¡Que nadie se mueva! ¡Arriba las manos!”. Nos cachearon y nos robaron nuestro dinero y objetos de valor valorados en más de 5.000 yuanes. Nos ordenaron que pusiéramos las manos sobre nuestras cabezas y que nos agacháramos mirando hacia la pared. Dos hermanas jóvenes estaban asustadas en ese momento y les dije: “No hemos hecho nada malo, no tengáis miedo”. En cuanto dije eso, inmediatamente varios policías se precipitaron sobre mí y me golpearon con los puños y pies, dándome patadas en el suelo. Pusieron todas las habitaciones patas arriba y las volvieron un completo desastre. Eran más bárbaros y feroces que los bandidos que saquean un pueblo. Una hermana no salió de la habitación y un policía malvado se apresuró y la agarró con fuerza y la sacó. Otro policía malvado se percató de que ella era muy bonita y comenzó a acosarla tocándole todo el cuerpo. La hermana gemía con impotencia y, afortunadamente, el propietario de la casa llegó justo a tiempo para poner fin a esto, lo que permitió a la hermana escapar de la coerción. En ese momento pude ver claramente que las consignas como “la policía del pueblo es para el pueblo y si tienes alguna dificultad, llama a la policía” y “los policías son los guardianes del pueblo” eran puras mentiras. ¡Estos policías malvados eran puramente una pandilla de rufianes y gánsteres locales! Después nos metieron en el auto policial y nos llevaron a la comisaría. Luego nos esposaron en el pasillo durante dos días y dos noches sin darnos nada de comer ni beber. Yo sólo podía orar persistentemente en mi corazón y pedir a Dios que nos guiara y que nos diera fe y fuerzas para que pudiéramos ser testigos en este entorno. Más tarde, la policía malvada interrogó a un hermano y, cuando no estaban satisfechos con sus respuestas, unos cuantos policías malvados lo tiraban a empujones al piso mientras otro policía malvado le metía heces de perro en la boca. El estado mental de este hermano se vio severamente afectado. Al ver esta miserable situación, mi corazón se volvió extremadamente angustiado y una furia ardió dentro de mí. Deseaba poder cargarme de fuerza y despedazarlos, pero la palabra de Dios guio mi corazón: “siento un poco de simpatía por Mis hermanos y hermanas que también viven en esta tierra de inmundicia, así que he desarrollado un odio por el gran dragón rojo. […] Todos nosotros somos sus víctimas. Por esta razón, lo odio desde Mi mismísima esencia y no puedo esperar para destruirlo. Sin embargo, cuando lo vuelvo a pensar, esto sería en vano y sólo le traería problemas a Dios, así que vuelvo a estas palabras: dispongo Mi corazón para llevar a cabo Su voluntad, amando a Dios. […] vivir una vida llena de significado y resplandor […] ¿Te gustaría hacer eso? ¿Eres alguien con esa clase de resolución?” (‘La Senda… (2)’ en “La Palabra manifestada en carne”). La palabra de Dios me aplacó y, al tratar de entender la palabra de Dios, comprendí la voluntad de Dios. Dios ya desprecia sumamente a estos demonios malignos, quiere destruirlos inmediatamente, pero para completar la obra de Dios de los últimos días y perfeccionarnos, Él necesita utilizar los esfuerzos de Satanás. Dios usa su persecución para que podamos discernirlo, permitiéndonos de esta forma que veamos a profundidad el repulsivo rostro y la sustancia demoníaca del Gobierno del PCCh. De ese modo podemos aborrecerlo y romper relaciones con este y volver por completo hacia Dios nuestros corazones sinceros. Dios siempre está soportando la frenética persecución del PCCh a fin de obtener mejores resultados en Su obra, así que ¿qué importa que deba sufrir un poco de dificultad para poder obtener la salvación como parte de la creación? Dios me ha iluminado y me ha dado fe y fuerzas; quiero emular a Cristo y estar firmemente decidido a llevar a cabo la voluntad de Dios: ¡buscar amar a Dios! En ese momento sólo deseaba que Dios nos guiara y nos preservara para ser testigos de Dios a través de las persecuciones de Satanás; deseaba que pudiéramos usar nuestro amor por Dios para contraatacar los trucos de Satanás a fin de que este cayera vergonzosamente.
En la tercera noche, la policía malvada nos trasladó a la Oficina de Seguridad Pública del Condado y nos interrogó durante toda la noche. Un subdirector al comienzo usó palabras halagadoras para persuadirme, diciéndome: “¡Habla! Tienes esposa, hijos y padres en casa que te necesitan para que cuides de ellos; si te apresuras y hablas, podrás irte a casa, ¿de acuerdo?”. Después de escuchar estas palabras, me sentí algo tentado, y pensé: “Si les digo cosas insignificantes, entonces podré irme y no tendría que quedarme aquí y sufrir”. En ese momento, me despertaron las palabras de Dios: “No daré más misericordia a los que han sido totalmente desleales a Mí en tiempos de tribulación, ya que Mi misericordia llega sólo hasta allí. Además, no me siento complacido hacia aquellos quienes alguna vez me han traicionado, y mucho menos deseo asociarme con los que venden los intereses de los amigos. Este es Mi carácter, independientemente de quién sea la persona” (‘Deberías preparar suficientes buenas obras para tu destino’ en “La Palabra manifestada en carne”). Por medio de las majestuosas palabras de Dios, era como si yo pudiera ver a Dios mirándome, esperando a que yo respondiera. En consecuencia, borré rápidamente el pensamiento y con severa rectitud dije: “¡No he planeado irme desde que llegué aquí!”. Cuando el malvado policía vio que su truco no funcionaba, expuso su rostro demoníaco original y el subdirector levantó un cubo de despojos de cerdo sobre mi cabeza como si fuera a verterlo sobre mí, a lo que le dije: “Esto es un castigo cruel e inusual que usted usa para obtener una confesión a la fuerza”. Cuando me oyó decir esto, de repente se detuvo y puso los despojos sobre el suelo sin derramarlos sobre mí. Otro policía malvado que llevaba zapatos de cuero me pisó el dedo gordo del pie con su talón y me lo restregó de un lado para otro con tanta presión como pudo. El dolor agudo invadió todo mi cuerpo y no pude evitar gritar de dolor. La ropa que llevaba puesta estaba empapada en sudor, pero el malvado policía enfureció de rabia y siguió pisándome hasta que se me desgarró la uña del dedo gordo. Para entonces, el dedo de mi pie ya estaba mutilado y ensangrentado. En mi extremo dolor, insistentemente calmé a Dios pidiéndole que protegiera mi corazón para que yo no cediera ante Satanás y pudiera ser testigo de Él. Pero la crueldad del diablo va mucho más allá; vi a un hermano que regresaba del interrogatorio y que ya había sido atormentado hasta quedar al borde de la muerte; tenía todo el cuerpo lleno de cicatrices y magulladuras y se veía como si se estuviera muriendo. La policía malvada tenía miedo de que pudiera morir, por lo que lo liberaron a regañadientes. Más tarde, me llevaron con un hermano y una hermana al equipo SWAT (de Armas y Tácticas Especiales) de la ciudad para más interrogatorios.
Cuando llegamos al equipo de SWAT, la policía malvada nos obligó a despojarnos de toda nuestra ropa y luego nos esposó las manos y nos puso grilletes alrededor de los pies. Luego nos obligaron a dar tres vueltas saltando alrededor del patio para humillarnos. Después, nos separaron en distintas celdas. Las personas que estaban encerradas en las celdas de la prisión eran asesinos, todas ellas eran como demonios y monstruos. La policía malvada ordenó a los prisioneros que me atormentaran, pero, debido a la protección de Dios, los prisioneros no sólo no me intimidaron, sino que de hecho cuidaron de mí. Cuatro días después, la policía malvada trató de obligarme a traicionar a Dios y delatar a mis hermanos y hermanas, pero yo no dije nada. Me agarraron a mí y a otro hermano y nos arrastraron al patio donde nos esposaron y nos pusieron cadenas alrededor de los pies. Nos colocaron unas bolsas negras en la cabeza y nos suspendieron de un árbol que había en el centro del patio. En un arranque de crueldad, colocaron hormigas por todo el árbol, las cuales empezaron a caminar sobre nuestros cuerpos y a mordernos. La tortura de miles de picaduras de hormigas fue similar a la tortura de miles de flechas atravesando el corazón, lo que hacía que la muerte pareciera más atractiva que la vida. Sólo podía orar con todas mis fuerzas a Dios para que protegiera mi corazón y mi espíritu, para que me diera determinación y fuerzas en mi sufrimiento, permitiéndome resistirme a traicionar a Dios. En ese momento, las palabras de Dios aparecieron en mi mente: “[…] para que Mi gloria pueda llenar el cosmos, todas las personas sufren la última dificultad por Mí. ¿Entendéis Mi voluntad? Este es el requisito final que Yo hago al hombre; es decir, espero que todas las personas puedan dar un testimonio sólido y vibrante de Mí ante el gran dragón rojo, que puedan ofrecerse por Mí una última vez y cumplan Mis requisitos una última ocasión. ¿De verdad podéis hacerlo? Fuisteis incapaces de satisfacer Mi corazón en el pasado; ¿podríais romper este patrón en la ocasión final?” (‘La trigésima cuarta declaración’ de Las declaraciones de Dios al universo entero en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios hicieron que mi corazón se llenara de fuerza. Dios sufrió al ser perseguido de todas las formas posibles por el Gobierno del PCCh con la finalidad de salvarnos. Él no tuvo ni almohada ni un lugar al que llamar hogar. Hoy puedo sufrir con Cristo; este es el amor de Dios y la exaltación de Dios de mí. Mientras yo sea capaz de dar gloria a Dios, estaré feliz y dispuesto a morir. Confié en la palabra de Dios para superar cada minuto y segundo de dolor. Estuvimos suspendidos del árbol durante dos días y dos noches. Al tercer día, realmente ya no podía soportarlo más. Estaba comenzando el invierno en ese tiempo y estaba lloviendo, y lo único que llevaba puesto era una prenda de vestir sin forro. Había estado colgado del árbol por mis pies descalzos y no había tenido nada de comer o beber. El sufrimiento de la inanición y el frío, así como el dolor insoportable, me hicieron desear la muerte; lo único que podía hacer era orar con todo lo que tenía. Yo temía profundamente que, debido a las debilidades de la carne, no fuese capaz de manejar el tormento y traicionara a Dios. En medio de mi dolor, recordé al apóstol Esteban de la Era de la Gracia, quien fue apedreado hasta la muerte por la multitud por difundir el evangelio del Señor Jesús. Antes de morir, le pidió a Dios que aceptara su espíritu. En consecuencia, oré a Dios: “Oh Dios, mi carne es demasiado débil y ya he recibido más dolor del que puedo soportar. Deseo que tomes mi espíritu, porque preferiría morir antes que traicionarte”. Después de orar, el milagro más inesperado sucedió: tuve una experiencia extracorporal y fui llevado a un campo de césped. Había abundante césped verde por todos lados y estaba rodeado de ganado y de ovejas. Mi estado mental estaba especialmente tranquilo y no pude evitar alabar a Dios en voz alta: “Alabo a grandes voces a Dios Todopoderoso, todas las cosas en el cielo y la tierra te alaban, alabado seas, todos te alabarán. ¡Que todos Tus ángeles se levanten y te alaben, que todas Tus huestes celestiales te alaben, que la expansión del universo te alabe a Ti, Dios Todopoderoso! Las estrellas resplandecientes te alaban, los cielos, la tierra y las aguas te alaban, todos te alaban. ¡Que los montes y montañas te alaben a Ti, Dios Todopoderoso, que las olas y las nubes te alaben, alabado seas en lo más alto, Dios Todopoderoso! ¡Alabado sea Dios Todopoderoso en el lugar santísimo, alabado seas con panderetas y bailes, que te alaben a viva voz! ¡Alabado sea Dios Todopoderoso con instrumentos musicales y con sonido de trompeta, que el pueblo santo en Sion te alabe, que todos los hombres te alaben, Dios Todopoderoso! ¡Oh Dios Todopoderoso, te alabo a viva voz! Los fuertes repiques de los truenos te alaban, ¡te alaban a viva voz! Las expansiones poderosas alaban a Dios Todopoderoso, que todo lo que tiene aliento te alabe, el canto de la alabanza sacude los confines de la tierra, ¡alabado sea Dios!” (‘Alabar a Dios Todopoderoso a viva voz’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Cuando me sumergí completamente en esta alegría incomparable y viví en los confines de la libertad, el dolor, el hambre y el frío de estar colgado del árbol, así como el dolor de las picaduras de las hormigas, todos desaparecieron. Cuando desperté, ya era la tercera noche y la policía malvada me bajó del árbol. Estuve colgado durante tres días y no sólo no morí, sino que también estaba lleno de espíritu. ¡Esto fue realmente el poder omnipotente y la milagrosa protección de Dios! Expresé mi más sincero agradecimiento y alabanza a Dios.
Al cuarto día, la policía malvada me interrogó de nuevo y trató de obligarme a delatar a mis hermanos y hermanas; también me obligaron a admitir que creía en un culto, haciéndome traicionar a Dios y abandonar el camino verdadero. La iluminación de Dios me hizo pensar en la palabra de Dios: “Cuando las personas atraviesan pruebas, es normal que sean débiles, internamente negativas o que carezcan de claridad sobre la voluntad de Dios o sobre la senda en la que practicar. Pero en cualquier caso, como Job, debes tener fe en la obra de Dios, y no negarlo” (‘Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios me dieron el coraje para poner la verdad en práctica y ser testigo de Dios. Sin importar lo que fuera, yo no podía resistirme a Dios ni blasfemar contra Dios. Por lo tanto, con osadía y confianza, dije: “¡Yo creo en Dios Todopoderoso, el único Dios verdadero que gobierna todas las cosas! ¡No creo en un culto maligno, vosotros estáis distorsionando la verdad y me estáis tendiendo una trampa!”. Después de que uno de los policías malvados escuchara esto, se enfureció y agarró un largo taburete de madera y comenzó a golpearme locamente con él hasta casi matarme. Me golpeó hasta el punto de que estaba escupiendo sangre. Me quedé paralizado y tendido sobre el suelo. Cuando vieron que yo estaba inconsciente, me echaron agua fría para despertarme y continuar golpeándome. Durante esta golpiza demoníaca e inhumana, mi pecho y mi espalda estaban completamente amoratados y había sufrido mucho daño interno. Una semana más tarde, mi orina era pura sangre y mi riñón derecho estaba seriamente dañado (aún hoy sigue siendo muy doloroso). Un mes después, la policía malvada no pudo encontrar ninguna evidencia, así que inventaron un expediente falso y me obligaron a firmarlo. Luego me encerraron en el centro de detención de la ciudad. Tres meses más tarde, me acusaron de “arruinar la aplicación de la ley social” y me condenaron a un año de reforma a través del trabajo. En el campo de trabajo, viví una vida inhumana. Todos los días tenía hambre y tenía que trabajar unas doce horas o más al día. A menudo los policías de la prisión se burlaban de mí y me insultaban; usaban bastones eléctricos conmigo o me encerraban en una pequeña celda oscura. Si no hubiese sido porque Dios me cuidaba y protegía, habría sido atormentado hasta la muerte por la policía malvada. El 7 de noviembre de 2003, mi sentencia se cumplió y fui liberado del infierno en la tierra.
Después de experimentar esa cruel persecución, finalmente vi con claridad que las proclamas del Gobierno del PCCh de que “el partido comunista es grandioso, glorioso y correcto” y de que “China tiene libertad de religión”, entre otros dichos, sólo son en realidad expresiones de un complot siniestro para engañar al público y a los ciudadanos. Realmente odio a este viejo demonio desde lo más profundo de mi corazón. Dice palabras de halago y hace cosas extremadamente malévolas. Para prohibir la obra de Dios de los últimos días y hacer de China un lugar ateo, persigue y asesina a los creyentes sin restricciones. ¡Su nivel de crueldad ya ha alcanzado grandes alturas y ha hecho que la gente hierva de ira! Echo la vista atrás y pienso en cómo fui constante y cruelmente torturado por demonios, que me obligaron a confesar y me atormentaron cruelmente durante mi proceso de interrogación. Me golpearon y dejaron sin conocimiento en varias ocasiones y, si no hubiese sido por la protección de Dios, habría sido tragado por esos demonios. En el momento de mi mayor debilidad, la palabra de Dios Todopoderoso siempre me motivó y alentó: “¿Alguna vez habéis aceptado las bendiciones que os han sido dadas? ¿Alguna vez habéis buscado las promesas que os han sido hechas? Con toda seguridad, bajo la guía de Mi luz, atravesaréis por los dominios de las fuerzas de la oscuridad. Con seguridad, en medio de la oscuridad, no perderéis la luz que os guía. Con seguridad seréis el maestro de toda la creación. Con seguridad seréis un vencedor ante Satanás. Con seguridad, a la caída del reino del gran dragón rojo, os erguiréis en medio de la infinidad de multitudes para ser testigo de Mi victoria. Con seguridad estaréis resueltos y firmes en la tierra de Sinim. A través de los sufrimientos que soportéis, heredaréis la bendición que proviene de Mí, y con seguridad irradiaréis todos los rincones del universo con Mi gloria” (‘La decimonovena declaración’ de Las declaraciones de Dios al universo entero en “La Palabra manifestada en carne”). ¡Las palabras de Dios me dieron algo sólido en lo que confiar! Me permitieron disfrutar de la iluminación y de la guía de las palabras de Dios durante mi extremo dolor y debilidad, la única manera en la que pude haber atravesado este largo periodo de tiempo de oscuridad. A pesar de que he experimentado el haber sido arrestado y perseguido varias veces por el Gobierno del PCCh y de que mi carne ha sufrido implacables y crueles tormentos, en verdad comprendo muchas verdades que no comprendía en el pasado y veo con claridad la esencia demoníaca del mal reaccionario del Gobierno chino. También he experimentado el verdadero amor de Dios Todopoderoso por mí y he saboreado la sabiduría omnipotente y las maravillosas obras de Dios. Eso despierta dentro de mí el buscar amar a Dios y satisfacer a Dios. Hoy, todavía cumplo con mi deber en la iglesia como lo hacía en el pasado; sigo a Dios por el camino correcto de la vida, busco la verdad y busco vivir una vida significativa.

Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.

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