El
Señor Jesús dijo a Tomás: "Mete
tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi
costado: y no seas incrédulo, sino fiel. […] Porque me has visto,
Tomás, creiste: bienaventurados los que no vieron y creyeron"
(Juan
20:27, 29).
“En
ese momento, la obra de Jesús era la redención de toda la
humanidad. Los pecados de todos los que creían en Él eran
perdonados; mientras creyeras en Él, Él te redimiría; si creías
en Él, dejabas de ser un pecador y eras liberado de tus pecados.
Esto es lo que significaba ser salvo y ser justificado por fe. Sin
embargo, seguía habiendo en quienes creían algo rebelde y opuesto
se oponía a Dios, y que había que seguir quitando lentamente. La
salvación no significaba que el hombre hubiera sido ganado por
completo por Jesús, sino que ya no pertenecía al pecado, que sus
pecados habían sido perdonados: si creías, ya no pertenecías al
pecado”.
de
‘La visión de la obra de Dios (2)’ en “La Palabra manifestada
en carne ”
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